Nueva York, una visita a la ciudad inmersa en la fiebre de los rascacielos

2022-05-29 13:27:12 By : Mr. Gawain Tang

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El Billionaire's Row, la torre Central Park o el One Vanderbilt han ido redibujando el perfil clásico de la ciudad

Texto: Francesc Peirón ​Fotos: Guillermo Cervera

De vuelta a Albacete, Antonio Aguilera y Sandra Córcoles se llevan el título honorífico de expertos en las alturas de Nueva York. Su mérito consiste en el intento de revertir el tópico de que el visitante en la Gran Manzana experimenta dolor en el cuello de tanto mirar hacia el cielo. Esta pareja, sin embargo, supervisa la metrópolis de arriba hacia bajo de forma reiterada.

Siempre que las nubes no lo impidan, como ocurre en esta jornada en la que disfrutan del The Summit. Este es el último mirador inaugurado en la ciudad de los ingenios y las innovaciones para mantener en marcha la gran industria del turismo, todavía renqueante tras el impacto de la pandemia, que sigue aquí, aunque muchos hacen la vista gorda.

El Steinway Tower, el edificio de apartamentos más caro de Nueva York, visto desde Central Park

“Este edificio me gusta más porque es más moderno, por la arquitectura y el diseño del espacio”, sostiene Antonio. En este momento completan la lista. Ya pasaron por el Empire, el Top of the Rock (en el Rockefeller Center), la Torre Uno del World Trade Center y The Edge, en Hudson Yards, abierto en marzo del 2020, justo un par de días antes del cierre general por confinamiento.

Nueva York ha experimentado estos últimos años una fiebre en la construcción de edificios que trepan hacia el infinito, después de la crisis económica y de confianza que provocó el hundimiento de las Torres Gemelas por los atentados del 11-S del 2001. Como tantos augurios erróneos sobre esta ciudad, hubo expertos que por aquellas fechas predijeron el fin de los rascacielos.

Desde entonces, y tras una pausa para ganar autoconfianza, estas construcciones han transformado el skyline. Ha surgido, por ejemplo, el llamado Billonaire’s Row, o el corredor de los multimillonarios con vistas a Central Park. La Central Park Tower, en la calle 57, con sus 472 metros de altura y 98 plantas, ha desbancado a otros dos complejos de ese corredor para convertirse en el edificio residencial más alto del mundo.

Vista desde la planta 80 en la torre Steinway, en el 111 Oeste de la calle 57 de Manhattan. Tiene 435 metros y 84 alturas

Otro fruto de esta fiebre es el One Vanderbilt, en el medio Manhattan, enclavado en la monumental Grand Central Terminal. Sus 427 metros de altura, que lo sitúan en tercer lugar por detrás de la Torre Uno y de la Central Park Tower, se coronan con The Summit. “Prepárate para el despertar de sus sentidos”, se lee una vez traspasado el umbral en la planta baja.

A partir de ahí, entre pasillos de luces y música, cualquiera puede pensar que se va al espacio. Al visitante se le equipa con unas fundas de plástico para los zapatos, que arriba hay mucho vidrio y unas gafas de sol para no deslumbrarse. El ascensor (“lanzamiento”, a partir de su propia denominación) aterriza en la planta 91 y es el momento de la “inmersión” en el aire. Es despliegue de espejos en el que se reflejan los presentes y las vistas impresionantes. La torre Chrysler o el Empire igual se ven mirando hacia el horizonte que hacia atrás, en el interior, en un juego entre realidad y apariencia. Por la escalera se ascienden a otras dos plantas y luego, en un ascensor panorámico (no se puede salir) se trepa hasta los 370 metros.

Para Antonio y Sandra, este es su primer viaje a Nueva York. A él, su hermana le regaló los pasajes para su cumpleaños. Había otro motivo más importante que festejar. Ella ha superado una grave enfermedad. “Este era el momento”, suspira. Llevan cuatro días y están eufóricos. “Me encanta”, recalca Antonio. “Lo que más me llama la atención te esperas algo muy urbano, mucho asfalto, y te encuentras que hay parques en cualquier esquina”, reflexiona Sandra. “Y la diversidad, te cruzas con gente de todos los sitios”, tercia él.

Sereis como 'Unorthodox' han despertado, por ejemplo, la curiosidad de los visitantes hacia Williamsburg, en Brooklyn

Marc Tió, fundador de Cap a Nova York, empresa especializada en rutas a medida, explica que la influencia de series como Unorthodox (Netflix) hace que crezca el interés por visitar el barrio de Williamsburg y palpar la realidad de los judíos jasídicos, con sus levitas, sus sombreros, su ropa oscura, sus peinados.

Es una excursión que ofrece uno de esos contrastes tan propios de esta metrópolis. Se baja en la estación de la avenida Berford (línea L) y se sale a ese mundo en el que el hipsterismo ha evolucionado en una élite de progres, con tiendas de diseño, música y mucho modelito. Hasta que se llega del sur de Williamsburg en el que desaparece todo eso y solo hay ortodoxos.

La Torre Steinway, uno de los nuevos símbolos de la ciudad, vista desde Columbus Circle

Cuando se inauguró The Summit a finales del 2021, las autoridades subrayaron la importancia de proyectos como éste para revitalizar el turismo internacional. Pero el motor esencial del turismo de masas en la Gran Manzana continúa siendo ese cruce de caminos global que es Times Square. Guste o no, ese enclave es el termómetro de la salud de un negocio que en 2019 registró el récord de 66,6 millones de visitantes. Gastaron 48.000 millones de dólares en un sector que daba trabajo a más de 376.000 personas.

Este es otro obituario que se escribió demasiado pronto. El turismo ha vuelto. Times Square recuerda otra vez a la Torre de Babel. Aunque todavía no es lo que era, la pausa se acabó. Los teatros de Broadway han reabierto y eso ya significa una enorme inyección de vitalidad. Los cálculos de la NYC & Company, la agencia de promoción turística, proyecta un incremento del 70% de visitantes respecto al pasado año, con una cifra que rondará los 56,4 millones. De estos, ocho millones procedentes del extranjero.

“Durante mucho tiempo no hemos sabido apreciar lo que significa Times Square para todos nosotros y como es el centro del universo de Estados Unidos”, sostiene el alcalde Erica Adams. Desde enero en el cargo, el demócrata Adams afronta que la Gran Manzana no pierda su prestigio por culpa del incremento de la violencia armada, la profusión de ratas y basura. Su iniciativa para sacar a los miles de sintecho del metro y de las calles le está causando críticas del sector liberal de su partido.

El alcalde se felicita por una inversión prevista de 500 millones para mejorar Times Square, un engranaje decisivo en el entramado local. Los negocios de este vecindario ocupaban a 66.000 personas antes del coronavirus y representaba el 15% de la economía local. El proyecto consiste en nuevos hoteles e incluso un casino al estilo Las Vegas.

La Torre Central Park, que alcanzará los 472 metros y tendrá 98 pisos de altura, todavía en construcción

En busca de otro contraste, se recomienda coger la línea 7, que circula la mayor parte del trazado por Queens en elevado, con vistas monumentales de la línea del horizonte. Comunica dos mundos totalmente diferentes, uno tan hispano como el de Jackson Heights, con puestos de comida que recuerdan cualquier ciudad de Sudamérica, y el otro, la explosión de lujo que representa Hudson Yards, al oeste de la calle 34 de Manhattan.

En este complejo se ubica The Edge, el penúltimo mirador abierto en la ciudad. No tiene tanto efecto especial como The Summit, pero impresiona porque es una terraza abierta a 340 metros de altura. Una parte del suelo es trasparente, con el vacío a los pies, de vértigo. Solo hay que fijarse como no pocos tantean antes de ponerse para la foto.

Los edificios de metal y cristal permiten estos juegos de luz y reflejos

Aquí están Sandra y Mireia. Programaron el viaje para el 2020 y llegó la pandemia. Hablan del contraste entre la cultura estadounidense y la mediterránea, de las prisas de los neoyorquinos, de que todo es exagerado. Admiran cómo se construyó el puente de Brooklyn, la calidad del musical Moulin Rouge o el colorido de Times Square y su ajetreo. “Salimos del teatro –comenta Mireia- y entre los coches, la obras, la música, había una contaminación acústica bestial. No me podía ni escuchar los pensamientos”.

Esto es Nueva York, bienvenidos a la acción.      

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